٣٠.٨.٠٧

El nombre más hermoso de Dios


Ciento veinte minutos pueden hacer un día diferente.
Y la tarea es dibujar...
Dibujar un montón de huesos de algo que en algún momento intentó estar vivo.

Mientras dibujo a Muerte, los recuerdos llegan, se quitan los zapatos y juegan a dar maromas en el más libre y pequeño espacio que queda en mi.


Recuerdo el olvido.

El papel, su textura...

El grafito que nunca quiere estar quieto... que odia lo blanco... por simple, por limpio... -hipócrita- le dice.

Muerte nunca se quiere portar bien conmigo. Mientras la dibujo, me ve y se ríe...
-mirate, dibujandome con tus recuerdos, con tu vida... ¿y aun así lo disfrutas?

La entiendo, sus bromas siempre me han hecho reír, pero hoy, son ciento veinte minutos diferentes. Así que ni siquiera la escucho y sigo dibujando con la frialdad que ella misma me ha enseñado. Es tonta y lo sabe....

Cuando estoy de regreso, abordo del -taxi de los sueños- (así decía un letrerito) en la radio berrea una como canción que dice:


-por favooooor... pierde la historiaaaaaa-


Estúpidos ingenuos, no son mas que experimentos felices de alguien que no existe... no saben que la historia desde siempre ha estado perdida. Que no tiene pasado y menos futuro. No saben que es un invento mas de los mediocres, de los que necesitan dar paso tras paso... de los lógicos, de los metódicos... de los vacíos.

Creo que perdí mi celular.

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